Bienvenida

Espero que os gusten estas historias cortas; y algún que otro poema, si es que se me ocurre subir alguno.
Remember your colour

lunes, 4 de septiembre de 2017

Solo unos pasos.

Color negro.
Miré el calendario por décima vez esa semana: miércoles 27 de diciembre del 4.999, con motivo del nuevo milenio que en pocos días comenzaríamos y de los grandes e importantes avances realizados en los campos de robótica y mecánica, cada comunidad autónoma de España decidió celebrarlo a su  manera.
En varios puntos de Andalucía; como por ejemplo: Terra Mágina, comarca de la que renace mi familia, se estaba organizando un concurso de cuadros. En las bases de este concurso ponía bien claro que los materiales utilizados debían ser  pinturas al óleo, las cuales se me da bastante bien usar y que el cuadro, ya fuera real o imaginario, debía de estar basado en dicha comarca .
Las personas más cercanas a mí, y conocedoras de mi gran gusto por este arte, me insistieron cientos de veces en que me presentara al concurso, a pesar de que yo hubiera rechazado mil veces esa sugerencia.
Tanto agobio me causaron con su persistencia que, gritando todo lo posible para que quedara bien claro, les dije que participaría en ese concurso para que, al menos, pudiera estar un día tranquilo sin escuchar las palabras: “Por favor, hazlo por mí” o “Si quieres tú me dices qué debo pintar en el cuadro y tú lo presentas con tu nombre”.
Mis ojos se desplazaron a los óleos y después al lienzo que pintaría, este seguía blanco desde el primer día que me decidí a participar; para empeorar las cosas, pensar en cómo llenarlo de vida solo conseguía que mis ansias por acabar pronto llegaran al límite en el que, cuando al fin terminaba mi obra, si es que la podía llamar así, no tuviera ningún rasgo que pudiera identificar como mi estilo característico, ese estilo que se bastaba de una simple ojeada para identificar al pintor, es decir yo.
La verdad sea dicha: mi tierra no me inspiraba en nada a la hora de crear, según la opinión colectiva, mis maravillosos cuadros; y pintar cualquier cosa para inventarme posteriormente cualquier tontería que enlazara mi creación con la comarca en la que se realizaría el concurso no me parecía correcto.
-¡¿Todavía no has empezado a pintar?!- Me vi obligado a girarme por el fortísimo grito que soltó mi madre.- Siendo tú, seguro que ya estarías pensando cuál será el próximo cuadro que harás.- Sentía que su voz estaba decepcionada.
-Y ahora es cuando me sueltas la típica frase: “Si no te hubiera pedido que participaras en el concurso lo habrías presentado al día siguiente de enterarte y sin dudarlo” ¿Me equivoco?- Su cara formó una mueca que amenazaba con soltar carcajadas, pero a los pocos segundos se calmó y adoptó un tono tranquilizador.
-Sé que si te lo propones puedes crear una obra de arte sublime, solo necesitas esforzarte un poco, el resto verás que se termina solo.- Al contrario de la finalidad de alentarme a comenzar a pintar, esas palabras me enfadaron tanto que solté todo mi estrés acumulado en un buen grito.
-¡Cómo si fuera tan fácil! ¡No puedes ponerte a buscar debajo de las piedras la inspiración, así no conseguirás nada!- No le di a mi madre tiempo para que reaccionara, me puse mis patines aéreos y como si tuviera prisa por llegar a algún sitio salí de mi casa.
Tras mucho patinar me detuve encima de una alta colina,  desde la cual se podía ver bastante bien todo el pueblo y, cómo no, todos los edificios mínimamente importante como: la iglesia, el castillo… ¿La otra iglesia? Con razón la inspiración no quiere acercarse a mí cuando se trata de este enano lugar.
La noche no se hizo esperar, en no más de media hora, ya había ahogado a todos los edificios en la oscuridad y estos para intentar defenderse encendieron las luces.
Esto me alertó de que era cuestión de tiempo que mi madre me llamara a través del holófono (dispositivo similar a un teléfono, solo que este funciona con hologramas, o proyecciones) para decirme que me calmara y volviera a casa, que todavía tenía tiempo para pensar en qué pintar; claro que esas palabras se le olvidarán al día siguiente, como siempre, y se volverá a repetir la misma conversación que esta tarde, y no estaba dispuesto a seguir soportándolo.
Así es como he llegado hasta la orilla del lago más cercano, con los costados de mis patines escupiendo pequeños pedazos de cables, que a su vez desprendían miles de chispas, y mi vista decidida hacia la gran masa de agua en la que pronto entraría.
-Solo son unos cuantos pasos, después de eso, todas tus presiones acabarán.- Me repetía a mí mismo, no con miedo; más bien diría que eran unas enormes ansias de libertad las que me consumían los temores y me motivaban a caminar hacia delante.- Esta será la mayor obra de arte de toda mi vida.- Esos fueron mis últimos pensamientos.

TRACK 4: Viva la vida.

Color beige.
Canciones que te transportan a un momento.
La infernal, aunque productiva, caminata de aquel día fue solo la primera de muchas más que nos esperaban a mi tía, mi madre, mi hermana y a mí en las calles de Barcelona.
Tras desplazarnos a Montjuïc con la ayuda de nuestra guía, a la cual prefiero llamar cariñosamente: tita Aurora; Nos abrimos paso entre todas las personas que pudimos, obviamente, para ver más de cerca el imponente espectáculo de luces, agua y música de la Font Màgica de Montjuïc.
A pesar de ya haber estado allí, hace dos veranos, seguía sin comprender por qué se reunía tanta gente en esa plaza solo para ver una fuente de colores a la vez que escuchaban música; incluso ese mismo día en el que regresé a ese lugar me costaba entender que pareciera el recinto de un concierto de un cantante famoso.
Cuando nos situamos en un lugar lo suficientemente cerca como para que las gotas de las columnas de agua que se formaban nos refrescaran, cosa que se agradecía siendo verano. La canción que en ese momento sonaba, estaba a punto de acabar.
Después de unas, aproximadamente, dos canciones más, las luces se apagaron, la música paró, el agua estaba inmóvil y algunas, más bien poquísimas, personas se fueron.
El grupo de cuatro con el que iba nos quedamos mirando, junto con toda esa gente, al mismo punto que antes había cautivado la atención de una pequeña parte de la ciudad.
El espectáculo parecía haber acabado y estábamos dispuestas a irnos; entonces aquella canción sonó, volviendo a encender las luces y los aplausos de mucha gente allí presente.
-Esta es una canción muy bonita.- Dijo mi tía a la vez que se formaba un nudo y en mi garganta.- La canción te dice que aunque las cosas salgan mal no debes rendirte...
-Y seguir adelante sin importar lo que pase.- Terminé sus palabras mirando sorprendida el agua, incluso ocultando unas pequeñas lágrimas.
-Eso mismo.
Desde ese momento, miré aquella fuente con mis ojos llenos de admiración. Comprendí la razón de todo aquel alboroto.
Parece ser que en verdad la fuente de Montjuïc si que es mágica después de todo.

lunes, 23 de enero de 2017

TRACK 3: KARATE.

Color añíl.


Canción que te ponga feliz.

Nosotras creíamos ser expertas en el famoso arte del karate, que nada podría vencernos; sin embargo, ahí estábamos, tiradas en el suelo como muñecas de trapo con las que se habían cansado se jugar.

Llegamos al pequeño apartamento en el que vivíamos las tres, ni siquiera nos cambiamos de ropa. Sin decir nada cada una se fue a su cuarto y ahí esperamos hasta quedarnos dormidas.

* * * Al día siguiente* * *

Me levanté al volver a vivir nuestra amarga derrota en una horrible pesadilla. La luna continuaba brillando en el cielo y mi reloj marcaba las cuatro de la mañana.

Me dirigí a mi armario y saqué de este la percha en la que se encontraba mi kimono de karate junto con mi cinturón negro. Las escenas de ayer volvieron a pasar por mi cabeza como si de una película se tratase.

—¡Maldita sea!– mis rodillas se hincaron en el suelo del dormitorio.– Debería haber impedido que les hicieran daño a ellas, debería haberlas protegido.

Cerré mi puño apretando así las ropas que usaba para practicar aquel deporte que tanto me fascinaba, aquel arte en el que solo podías avanzar hacia delante.

"Incluso si nuestras lágrimas caen, seguiremos luchando. . . más con nuestros puños. . . más con nuestro corazón"– ¿Cómo olvidar aquellas palabras que incansablemente repetíamos antes de empezar los entrenamientos?

Abrí la puerta de mi cuarto dispuesta a irme al dijo al que tanto yo como mis amigas hemos ido desde que éramos pequeñas; o al menos, esa era mi intención principal. . .

—¿A dónde vas tan tarde?– Me giré y vi a mis grandes amigas de la infancia, una de ellas estaba apoyada en la otra, los labios de las dos estaban ligeramente curvados hacia arriba.

—No somos ningún fantasma para que te quedes callada mirándonos.– Comenzaron a reírse, poco después yo las acompañé en sus carcajadas hasta que finalmente nos calmamos.– Entonces ¿Cuándo has dicho que nos ibas a responder?

—Ah, quería ir al dojo a practicar.

—¿A las cuatro y media de la mañana? Muy lógico.

—Yo tampoco puedo soportar que alguien nos haya ganado y estoy ansiosa por volver a retomar las prácticas, pero. . .– Bostezó.– Debemos descansar bien para poder esforzarnos al máximo.– Volvió a bostezar y se giró para volver a su cuarto.

—Nunca cambiará.– Susurré.

—Tú tampoco has cambiado mucho.– Dijo después de reírse al escuchar mis palabras.– Sigues siendo lo mismo de impulsiva y activa que de pequeña.

—Puede ser.– Me reía a la vez que recordaba todos los momentos que hemos vivido juntas.
Incluso si nuestros espíritus están rotos, seguiremos luchando. . .– Parece que ella también recordó las palabras que siempre repetíamos.

Y seguiremos seiya soiya luchando, incluso si entristecemos o si caemos al suelo♪– Una dulce voz atravesaba la puerta.

Ambas nos miramos con una leve sonrisa en los labios. En ese momento supe que por más que perdiera en una batalla, siempre tendría a mis amigas para ayudarme a levantarme.

La creación maestra de Muramasa.

Color naranja.


Durante la Era Tokugawa, las espadas Muramasa (llamadas así por el conocido clan que las forjaba) fueron declaradas como armas malditas y ganaron la fama de tener una sed insaciable de sangre (debido a las múltiples desgracias que trajeron consigo a la familia de shogunes). Su uso fue prohibido; ya que, el hecho de conservar una de estas katanas, sería considerado traición.




Narran las leyendas, que para asegurarse de que las Muramasa no volvieran a salir a la luz, los propios descendientes de la familia de forjadores, fueron maldecidos por el consejero del shogun Ieyasu Tokugawa; siendo así, obligados a cuidar esas espadas incluso después de sus muertes hasta que nacieran sus primogénitos.


* * * Nacimiento* * *

La familia Muramasa estaba consumida por el gozo, una bella niña acababa de llegar al conocido clan de forjadores; y con ella, las esperanzas de que: cuando a los padres primerizos les llegara la hora de partir, pudieran irse al otro mundo sin que sus almas se mantuvieran encadenadas a las tierras a las que antes llamaban hogar.

La recién nacida no paraba de soltar fuertes llantos y gritos, como todos los bebes, pensaréis los lectores; pero lo que ninguno de vosotros sabe, es que: ese débil montoncito de cartílago, células y órganos, lloraba mucho más que los demás, como si practicara sus lamentos para su juventud y etapa adulta.

Sus padres pensaron que eso era una buena señal; ya que, cuantas más lágrimas gastara de pequeña, menos le quedarían para su futuro, hecho que llenó de tranquilidad y satisfacción, más al varón que a la madre.

—¿Crees que esta delicada chica podrá soportar el terrible futuro que le espera?– Preguntó la agotada mujer con la pequeña cría en su pecho.

—Cuando nuestra hija crezca, aunque sufra mil y una vez, seguirá flotando cual flor de loto.– Respondió el padre convencido.– Su nombre será Ren, Muramasa Ren.– Sentenció finalmente.

—Ren. . .– Su madre repitió su nombre con un rostro y voz enternecidas.– Es un nombre precioso, cariño.– La cabeza de la cría fue acariciada con muchísimo cuidado.

Su llanto se apaciguó, ahora estaba abrazando uno de los pechos de su madre, el izquierdo concretamente, como si quisiera ser acunada por los relajados latidos del corazón de aquella mujer a la que, cuando comenzara a hablar, llamaría madre.


* * * Infancia* * *

Los pequeños ojos que antes estaban cerrados, ahora enseñaban un bonito color escarlata, señal de que cargaba la maldición de la inmortalidad hasta que ella también diera a luz; su cabecita lisa, ahora tenía un bonito y corto pelo negro como la oscuridad.

La chica tenía una vida alegre, a pesar de no tener ningún amigo; ya que, todos eran espantados por esos preciosos ojos rojos, que la mayoría creía que eran de un monstruo.

—Aléjate de nosotras, monstruo, vuelve con tu familia maldita y déjanos a las personas normales poder seguir viviendo nuestra vida felizmente.– Le gritó una chica más o menos de su edad cuando la pobre Ren se acercó a un grupo con la esperanza de hacer amigas.

—L-lo siento, y-yo solo quería. . .– Antes de que pudiera terminar sus palabras de arrepentimiento se encontraba tirada en el suelo por culpa de una chica que la había empujado.

Ella se levantó del suelo, sus ojos parecían haberse escondido en una profunda oscuridad, y sin mediar más palabras se giró y se fue a la sombra de un pequeño árbol situado encima de una colina, esta estaba muy alejada del pueblo y muy pocas personas, por no decir ninguna, solían frecuentar esa zona; por esa razón, era el lugar en el que más tiempo le gustaba pasar.

Desgraciadamente, no pasaba mucho tiempo hasta que rompía a llorar y a llamarse a si misma monstruo.

—Soy odiosa, si tan solo hubiera nacido con unos ojos normales, podría haber tenido alguna que otra amiga.– Sus manos ocultaban esos ojos a los que tanto culpaba de su soledad.

—Cuidado ahí está el demonio. Tened cuidado, no os acerquéis a ella podría devorar vuestras almas con una sola mirada directa a los ojos.– A pesar de escuchar los fuertes llantos de la joven, estas solo escupieron sus palabras y volvieron a irse por el camino por el que habían llegado al seguirla.

* * * Adolescencia* * *

Los años para ella no parecían haber pasado. Ren continuaba refugiándose en la sombra de ese árbol, con las palmas de sus manos cubriendo tanto sus lágrimas como sus ojos. La única diferencia es: que esta vez sí que se encontraba completamente sola.
Narra ???
Conseguí escapar del castillo y llegar a un lugar de verdes campos. En él había una colina coronada por un bello árbol de rosadas hojas. Cada paso que daba más cerca de ese precioso cerezo se podían escuchar con más claridad los sollozos de una chica.
—¿Te encuentras bien?– Al ver a la dueña de aquellos llantos, no me lo pensé dos veces y me arrodillé a su lado. En ese momento lo que menos importancia tenía era mi kimono de seda.
La mirada de la chica se dirigió a mí, mostrándome unos ojos escarlata que me dejaron hipnotizado, no podía dejar de mirarla por más que lo intentaba; hasta que ella desvió su mirada
—Aaah, lo siento, no era mi intención incomodarte.– Me senté a su lado y apoyé mi espalda en el árbol, al igual que como se colocó ella.– ¿Puedo saber por qué estás aquí, tan apartada del pueblo? Y por lo que parece sin nadie que te consuele.
La chica miraba fijamente al horizonte. Sus ojos parecían brillar al ser iluminados levemente por el sol. Su cabeza cada vez se bajaba más hasta acabar depositada en sus rodillas, las cuales abrazaba. Y todo esto sin decir ni una sola palabra.
— Parece que no tienes ganas de hablar. . .– Mi mano izquierda pasó de estar descansando en una de mis piernas a acomodarse en el hombro derecho de aquella misteriosa chica.
No parecía molestarle mi tacto, pero tampoco me respondía de ninguna forma a lo que decía, lo cual me parecía algo raro pues en palacio estaba acostumbrado a no tener que repetir dos veces una pregunta.
—Ren.– Dijo en un leve susurro. Una pequeña esperanza de poder hablar con esa chica me invadió.– Mi nombre es Ren.
—Un placer conocerte Ren, yo me llamo Reiichi Tokugawa.– Le sonreí, cosa que no duró mucho, pues al ver su cara de miedo mi semblante cambió a uno de duda.– ¿Que sucede? He dicho algo malo.
—¿Has dicho Tokugawa? ¿Tu familia ha sido la culpable. . .– Su semblante se oscureció.– . . . De que los Muramasa carguen con esta horrible maldición?
Los Murarama, me suena haber escuchado ese nombre en otro momento, un día en el que hablé con mi padre, él me dijo que no me acercara a nadie que tuviera Muramasa con apellido, ya que estaban malditos e intentarían matarme.
—Aun sigo sin entender que le hicieron mis antepasados a los tuyos y puede que no sirva de mucho ahora, pero me gustaría disculparme en su nombre.
—¿Quién tendría compasión de un monstruo?– preguntó cada vez más triste.
—Pues ahora mismo estás con el idiota que la tendría.– Me señalé a mí mismo a la vez que sonreía.
Ren se levantó rápidamente, parecía tener la intención de salir corriendo; a pesar de eso, yo no le di tiempo a realizar esa acción: agarré su brazo impidiéndole escapar.
—Espera.
—Lo siento, tengo prisa debo atender unos asuntos importantes.
—¿Entonces mañana también estarás aquí?– Le pregunté. Algo en esa chica me había llamado la atención y quería volver a verla. Me pareció ver sus labios torciéndose levemente hacia arriba en señal de alegría, mas solo durante un segundo.
—Sí, siempre suelo frecuentar esta zona.– Tras esto solté su brazo y ella se alejó corriendo hacia una montaña.
Volví al palacio Tokugawa donde mi padre, el shogun, me esperaba enfadado por haberme escapado.
—Solo estuve paseando por los campos de los alrededores, te lo prometo.– Mentí por decimoquinta vez a mi padre con la esperanza de que se lo creyera.
—Si tanto insistes debe de ser verdad.– Dijo resignado.
—Padre, si me necesitas estaré en la biblioteca.– Necesitaba encontrar algún documento que me diera información sobre la familia de Ren. Espero que de verdad mañana pueda volver a verla.
~En la biblioteca real~
Aquí hay un escrito que me puede servir: "Por varios intentos de asesinato a los progenitores del clan Tokugawa con las espadas Muramasa, a toda la familia se le ha lanzado una maldición mediante la cual, siempre debe haber alguien de la familia vigilando todas esas creaciones para que no causen ningún daño al shogún de su respectiva época"
—Quizás era ese el motivo por el que ella debía irse con tanta prisa.– Continuaba pensando en que debía hacer, el hechicero que maldijo su clan murió hace tiempo. Continué pensando sobre su caso.– Ren parecía estar sufriendo mucho por su modo de vida, tiene que haber otra forma de eliminar la maldición, o al menos de ayudarla a ella.

* * * Etapa adulta* * *

Narra Ren.

Desde aquel día que conocí a Reiichi nos hemos reunido en esa pequeña colina siempre que hemos podido. Han pasado los años y seguimos haciendo pequeños encuentros, pero el día de hoy estaba más nerviosa que de costumbre, el hijo del shogún, ahora con 28 años me informó de que tenía que comentarme algo muy importante para él.

—Hola Ren ¿Qué tal estás?– La misma sonrisa de tonta se me dibujó otra vez en el rostro al ver su cabello largo recogido en una coleta que caía por su hombro izquierdo y su radiante sonrisa.

—Muy bien, gracias.– Estaba tan nerviosa que no tartamudear me resultó extraño.

—¿R-recuerdas que tenía algo importante que decirte?– Yo asentí a su pregunta. Él simplemente agarró mi muñeca y tirando de esta me guió a otro lugar.– Quiero decírtelo en el castillo donde nadie pueda molestarnos.

—P-pero si por esa colina no pasa nadie, a-además en el castillo hay sirvientes y también está. . . Tu familia.– Lo que sea menos ese lugar, lo último que quería es pisar el lugar en el que mi familia fue condenada a la vida eterna hasta crear descendencia.

—Confía en mí.– Paró de andar y se giró hacia mí.– Prometo que no dejaré que te pase nada.– Me abrazó. A su espalda podía ver un bonito jardín digno de la realeza, por lo que supuse que ya habíamos llegado al castillo.

—Te amo Ren.– Me susurró en el oído para después robarme un pequeño beso, que si de mi hubiera dependido lo habría correspondido.– Desde aquel día en el que te vi llorando comenzaste a llamar mi atención; ver el sufrimiento por el que pasabas junto con tus lágrimas, me hizo darme cuenta de una cosa: No quería verte pasarlo mal nunca más. Quiero verte sonreír cada día de mi vida, poder ser el único que vea tu pelo suelto, que amanezcas abrazada a mí sabiendo que siempre me tendrás a tu lado. Y si es necesario, escaparemos de aquí para poder vivir unidos.

—Re-Reiichi.– Varias lágrimas se escaparon de mis ojos. Tras esto volvió a besarme, dejándome corresponderlo esta vez.– Acepto.

Narra MT.

Como El joven Tokugawa predijo: su padre se negó a que él se casara con una mujer cualquiera, obviamente no iba a decirle que era de la familia Muramasa; así que, tal y como planearon, a los dos o tres día los dos juntos escaparon de esas tierras hasta alejarse lo máximo posible de la capital.

En una pequeña casa apartada de una pequeña población y con un pequeño árbol de sakura en pleno crecimiento, allí fue donde Ren dio a luz a un niño; de pelo oscuro, como su madre; y una sonrisa y ojos ámbar como su padre.

—Con esto ya me he liberado de la maldición, pero cómo podré ayudar a esta pequeña criatura.– Su voz era apagada al imaginar el futuro que a su retoño le esperaba.

—Ren.– Su esposo abrazó la cintura de su mujer acercando mas a su cuerpo tanto a su recién nacido hijo como a su esposa.– Lo siento pero no he podido encontrar ninguna forma de quitar la maldición.

– Depositó un beso en la frente de su hijo.– Ichiban, lo siento mucho, espero que no nos odies por traerte al mundo.

El pequeño niño mostró una bonita sonrisa a ambos.

* * * Infancia de Ichiban* * *

—¿Madre, qué estás haciendo?– El chico observaba atentamente como su madre modelaba un extraño pedazo de metal con un utensilio similar a un martillo.

—Ten paciencia Ichiban, en unos días lo sabrás.

* * *

El cumpleaños del chico llegó y con eso, el momento de ver el regalo de sus padres.

—Aquí tienes hijo.– Su madre le extendió una katana enfundada en una vaina, esta parecía ser muy resistente y con una hoja tan afilada como para cortar el grueso tronco de un árbol.– No viviremos para siempre y algún día tendremos que abandonar este mundo, queremos que guardes siempre esa katana para que siempre estemos contigo.

Ichiban emocionado les dio un fuerte abrazo a ambos a la vez y al separase de ellos curvó sus labios hacia arriba en una sonrisa.

—Prometo que siempre tendré esta espada conmigo.– desenvainó el arma y vio que la empuñadura tenía los kanjis de su nombre escritos en ella.

domingo, 11 de diciembre de 2016

MERY


Color rosa.


No encontrar palabras,
no encontrar gestos,
que definan por ti
mis sentimientos.

Me da igual
que estemos lejos
pues leer tus mensajes
me sirve de consuelo.

* * * Pasado un mes* * *

Desde la última vez,
ha pasado un tiempo,
que intercambiamos mensajes.
Te echo de menos

* * * Pasados tres meses* * *

Tengo nuevas noticias
y no te miento;
saber que tienes novia,
destrozó mis sentimientos,
pero estás feliz
y por ello me alegro.

* * * Pasada una semana* * *

Sé que soy odiosa
y que como tú, ninguna.
Mas pensar me emociona
que te he encontrado sustituta.

Me volvía loca
saber que no era la única
y dejar de hablarme a solas
acabó con mi cordura.

jueves, 27 de octubre de 2016

TRACK 2: ミセナイナミダハ、きっといつか.



Color azul.

Canción que te hace llorar/te emociona: Misenai namida wa kitto itsuka. . .



''He estado gastando mis días soportándolo todo, apretando mis dientes para así evitar llorar, para ocultar todo el sufrimiento que me acorralaba en una solitaria esquina de este odioso mundo.



Con la mirada perdida, oteaba el paisaje que podía ver desde la ventana del hospital: una prolongación del edificio en el que me encontraba, el cielo teñido de color naranja y también me era posible ver las copas más altas de los árboles del pequeño patio que ese desesperante lugar tenía.



Esa era la única vista que quería ver, pensar que yo no estaba aquí, que ningún compañero de clase me había insultado todos las días del instituto, que ese ''accidente'' no me había arrebatado a mi querido padre.



El único movimiento que podía hacer sin que mi cuerpo me doliera tanto como el mismísimo infierno era sentarme en la cama, pero no podía levantarme de esta.



Lo más raro de toda mi vida es que solo he llorado una vez: mi primer día de vida; o al menos así había sido, hasta que te conocí a ti.



Un día tan monótono como siempre, aburrido, sin nada que hacer; es cierto que recibía alguna que otra visita, solo que de enfermeras que venían a revisar mi estado y el de mi compañero de habitación un chico de 19 años, mi misma edad.



—Disculpa ¿No está aquí Ethan?- Entró una chica rubia de pelo largo y un bonito vestido.




Preguntaba por mi compañero de habitación y su pelo era igual de rubio que el suyo.



—Si no me equivoco están haciéndole unas pruebas.



—Aaah, siento haberte molestado.- La chica me miró con cara de arrepentimiento.



—No te preocupes; además, seguro que no tardará en venir, puedes esperarlo aquí si quieres.



—Muchas gracias.- La chica entró y cerró la puerta. Observaba toda la habitación como si quisiera descubrir algún pasadizo secreto en ella.- Por cierto ¿Cuándo has llegado al hospital? La semana pasada vine a visitarle y tú no estabas.



—Entré hace unos días.- Respondí serio.



—¿Y por qué tuvieron que ingresarte?



—Tuve un accidente de coche y algunos de mis músculos fueron dañados, los médicos dicen que es cuestión de tiempo que me recupere.



—Me alegro de que no sea nada grave para ti.- Sus finos labios se curvaron hacia arriba mostrándome una bonita sonrisa.



—Si bueno, tú lo has dicho: para mí no es nada grave.





—Aaah es cierto ¿Quién iba contigo en el coche?

—Mi padre.





—Pero él esta. . .



—¿Bien? No, los médicos me informaron de que murió.- Respondí con un tono igual de monótono que antes. El rostro de la chica pareció sorprenderse.



—¿Y no te entristece eso?



—Pues si, pero he soportado tantas cosas que ya estoy más que acostumbrado a aguantar mis lágrimas.



—Eso si que es triste, no poder llorar, no poder expresar la tristeza.



—Llorar es malo, solo muestra que eres débil y te hace quedar como una persona patética.



—Pero cuando una persona llora se desahoga y puede plantar cara a sus problemas con mucha más seguridad.



La puerta se abrió, dejando ver a la enfermera encargada de cuidarnos a Ethan y a mí.



—Víctor, recuerdas que el día que llegaste aquí te informamos sobre el accidente.- No, cualquier cosa menos más malas noticias, por favor, su tono de voz la delataba.



—Adelante ¿Qué nueva desgracia se suma a la lista?- Dije poniéndome ya en la peor situación.



—Tus piernas están empeorando y si continúan así no podrás volver a andar nunca.- La enfermera miró al suelo con un semblante triste.



—¿Y no hay ninguna forma de arreglarlo?- La chica rubia preguntó igual o quizás más preocupada que yo.



—Me temo que no.- La enfermera abandonó la sala volviendo a dejarnos solos.



Repentinamente estallé en lágrimas, no había decidido hacerlo pero debió de haberse visto patético. En ese momento, tú lloraste conmigo, unas lágrimas sinceras caían por tus mejillas. Las sequé, algo en mí odiaba verte triste.



Esas lágrimas escondidas llegaran a ser un arco iris que iluminará el mundo.- Esas palabras tuyas de consuelo se quedaron grabadas a fuego en mi memoria junto con la imagen de las pequeñas perlas que caían de tus ojos.''



—Parece que todavía recuerdas perfectamente el día que nos conocimos.- Sobre mi pecho desnudo descansaba la chica de ojos esmeraldas que tanta ayuda me brindó en aquellos momentos en los que tan mal me sentía.



—Y juro que nunca, incluso hasta después de mi último aliento, lo olvidaré. Tu fuiste, eres y serás la única persona que pueda brindarme una mínima esperanza, gracias a ti pude recuperarme de las secuelas de ese accidente y poder volver a sentir el suelo bajo mis pies. Te amo, te amo demasiado.- Acaricié su mejilla con una de mis manos, mientras que con la otra la abrazaba.



—Ooh Víctor.- Apoyándose en mi pecho, se acercó más a mis labios, hasta juntarlos por un tiempo que a mí me pareció muy corto.- Eres tan tierno.- Volvió a recostarse en mi torso.



Si estás sonriendo, puedo estar calmado, estoy seguro de que incluso puedo sonreír al recordar aquellos días en los que lloraba y lloraba.



domingo, 23 de octubre de 2016

TRACK 1: Chemical king twoon.

Color Morado.

Canción "favorita".



Desde mi enorme ventana observaba la ciudad de Hong Kong. Las miles y millones de luces, tanto de edificios como de coches, que la adornaban eran hermosas. Normalmente era una sensación muy tranquila; una pena que esta noche fuera muy distinta.


Había llegado a mis oídos la noticia de que durante estos últimos días, varias mafias habían sido descubiertas mientras realizaban la práctica del tráfico de menores; lo peor de todo esto, es que las mafias a las que varios de nuestros agentes capturaron, eran algunas de las que habíamos estado buscando durante meses ¡¿Qué digo meses?! ¡Años!

Quiero saberlo todo sobre el resto de grupos que se escondían bajo las sombras y los callejones de esta enorme ciudad; sin embargo, cuantas más cosas aprendo, más pienso: "ojalá no me hubiera enterado nunca".


Miles de veces me había preguntado por qué, si odio tanto saber las atrocidades por las que unas personas hacen pasar a otras, decidí entrar en el cuerpo de policía de mi ciudad. Todos los días leía en los informes las horribles cosas que se veían obligadas a soportar las víctimas de secuestro: violaciones, torturas físicas y psicológicas. . . Y en los peores casos, incluso asesinatos.

Golpeé el frío cristal con el dorso de la mano, apoyé mi frente en este y finalmente dije: "¿Por qué sigo torturándome de esta forma?"

-¿Puede ser que quieras conseguir encontrar un colorido Shangri-La?- Una voz resonó por toda la habitación. No me molesté en girarme, muchas veces esa voz me ha guiado, a pesar de eso, nunca he podido encontrar a su propietaria, siempre que me giraba solo veía la estancia o el lugar en el que estaba solitario, solo con mi presencia.

-Quizás tengas razón, mis pensamientos en los que existe un mundo sin ladrones, mafias, asesinos y demás gente de esa calaña son una completa utopía, no puede existir ni en el mundo más fantasioso.- Comencé a hablar con ella como si fuera una amiga a la que no veía durante mucho tiempo; o más bien, a la que no escuchaba desde hace mucho tiempo.


-Quizás no, tengo razón, sabes que hay gente muy diferente en el mundo y con diferentes formas de pensar; algunas reaccionan de forma más violenta, otras de una más calmada; algunas hablan y después piensan, otras piensan antes de hablar; algunas tienen las ideas claras, otras son muy influenciables. . . Y así, podría seguir hasta el día de tu muerte.- Hablaba de forma muy pausada, como si quisiera que cada una de sus palabras se grabara a fuego en mi memoria.

-No entiendo a dónde quieres llegar.- Dije confuso, era la primera vez que me hablaba así.

-Lo que quiero decir es que no puedes pretender que todo el mundo se comporte bien, de hecho, tú mismo cuando eras pequeño te metías en peleas y bastante grandes por cierto.

-Pero nunca he involucrado a personas que no tienen nada que ver en esas disputas.- Me justifiqué.

-Igualmente herías a gente de tu entorno y de eso mismo te estás quejando tú ahora ¿Qué irónico no?- Esas palabras me molestaron de sobremanera.

-¡Aaaagh, cállate, me has molestado desde que era pequeño! ¡¿Quién se supone que eres tú para entrometerte en mi vida?!- Exploté en gritos, no razoné la situación y quise imponer mi pensamiento sin argumentación ninguna.


Todos los seres humanos han hecho o harán cosas que les perseguirán durante toda su vida, y yo no iba a ser menos, esa fue la acción que trajo consigo unos remordimientos tan fuertes que me persiguieron hasta mi lecho de muerte. La propietaria de la voz no volvió a hablarme nunca, a pesar de todas mis voces desconsoladas que suplicaban su ayuda. ¿Dónde había ido esa chica? ¿Quién era? ¿Por qué quería ayudarme?

-La respuesta no está en ninguna parte, porque nadie va a responder.- Me dije un día a mí mismo tras toser varias veces y ver que en mi mano había sangre. Así fue mi último día.